CONTENIDOS

  • mosaico71EDITORIAL
  • NOTICIAS DE LAS ASOCIACIONES
  • CARTA DEL PRESIDENTE
  • Terapia de pareja con sólo una persona: Un caso del Brief Therapy Center, MRI.Karin Schlanger, MFT. Ana Ruiz Soler, Ignacia Pérez Bott

MONOGRÁFICO LA NUEVA VIOLENCIA FILIO-PARENTAL

  • La Violencia Filio-Parental en España 12 años después. Roberto Pereira
  • Cambios Socio-Culturales y Violencia Filio-Parental: la educación en la postmodernidad. Roberto Pereira
  • Teorías explicativas de la génesis de la violencia filioparental. Esther Claver Turiégano
  • Violencia filio-parental; el tránsito del amor al miedo. Héctor Vergara González
  • Reflexiones relacionales sobre la Violencia filio-parental. El apego como una pieza olvidada del puzzle. Lorena Bertino
  • Cinco familias en busca de circularidad. Josu Arrospide
  • La respuesta judicial a la violencia filio-parental. Juan Carlos Romero y Ángel Estalayo
  • La Nueva Violencia Filio-Parental: características, funcionamiento familiar y propuesta de intervención. Roberto Pereira
  • Representações Sociais sobre Violência Filioparental numa amostra de profissionais. Neusa Patuleia, Isabel Alberto

Y MÁS

  • La psiquiatrización como respuesta a la crisis familiar: una historia de vida  mínimizada y oculta. Joana Alegret
  • EN PORTUGUÉS: Famílias normais com desafios especiais: o impacto da deficiência intelectual no ciclo vital da familia. Raquel Alveirinho Correia,  Maria João Seabra Santos
  • Entrevista a Alberto Carreras con Sergio Siurana y Juan Martínez de la Cuadra
  • Recensión

EDITORIAL

La nueva violencia filio-parental, o al menos su denuncia –los números cantan- parece ir en aumento en España. Conviene tener en cuenta los datos, pero aún más las teorías que los explican; y huir, en la medida de lo posible, del amarillismo que los nudos datos podrían sugerir. Porque si no lo hacemos, sería fácil o acaso inevitable caer en uno de los dos errores más frecuentes o tópicos con que solemos hablar de los adolescentes de nuestro tiempo, nosotros los adultos: pensar en ellos como personas inacabadas, fuente diaria de conflicto y malestar, tanto para sí mismos como para sus progenitores, profesores y sociedad en general. El otro error ocurre cuando hablamos de ellos como si todavía tuviéramos delante a los adolescentes que fuimos nosotros, décadas atrás seguramente, o aún peor, al adolescente modélico que nos retrataba con tanto acierto Erick Erickson cuando, de su mano, se empezó a tomar en serio esta etapa trascendental del ciclo vital de los individuos.

Sugiero que se paseen ustedes por cualquier librería especializada en nuestros asuntos de la psicología y las ciencias de la salud y echen un somero vistazo a los anaqueles que se dedican a la adolescencia. Parece insoslayable que nuestra sociedad envejece a buen ritmo, y que pronto será el nuestro un país para viejos, lo cual casa mal con tan alarmista preocupación por la adolescencia que reflejan la mayoría de los títulos que están al alcance de los padres superados por la tarea educativa o de los profesionales llamados a intervenir en el tema. Ya sé que los libros son una mercadería que debe venderse y que esa es su principal razón de ser, más allá de que se lean luego o se abandonen. Pero si esos títulos no dijeran nada al lector que se ve tentado por ellos a comprarlos, nadie lo haría. Lo cual refleja un estado de opinión más o menos extendido y que viene a afirmar que la mayoría de adolescentes transitan por ese espacio amplio de su vida con dificultades y descalabros, a los que se añaden las dificultades e incompetencias de unos progenitores cada vez más cuestionados e inseguros en su tarea nutricional y socializadora. Unos padres que, como nos enseña la experiencia, fían cada vez más del criterio externo del profesional psi y, en congruencia, no paran de demandar a otros esas pautas con las que ellos, los verdaderos expertos, deberían educar a sus hijos adolescentes.

Seamos sensatos. La mayoría de los adolescentes son como su grupo de pares y pocos son los que transitan por esta etapa de forma problemática y difícil. Los hay, pero estadísticamente no son la mayoría. Cierto que los adolescentes necesitan de la figura sostenedora de los adultos, porque su fragilidad les atenaza; necesitan de algunas personas que los escuchen y que sepan entender sus inquietudes desde una adultez madura y responsable. No necesitan que sus padres se hagan sus amigos, porque a estos han de buscarlos entre sus iguales, pero sí que estén ahí cuando ellos necesiten recurrir a su ayuda. Padres que, con su competencia, muestren al hijo caminos de competencia y capacidad, y que no se dejen llevar por la fácil tentación de sustituirlos y hacer las cosas por ellos. La sobreprotección por un lado, y la negligencia por el otro son oportunidades perdidas de ofrecer una imagen del mundo y de los demás en la cual los más jóvenes puedan confiar. El daño psicológico de la una o de la otra no es el mismo, pero es dañino en cualquier caso. Una adecuada nutrición relacional y una claridad en los límites colocan estos procesos de transición y crecimiento en sus justos límites. Ni los hijos están en la vida para compensar las carencias o vacíos de los adultos, ni conviene que piensen, engañados, que su tarea es la de educar a sus progenitores. Ambos fenómenos aparecen quintaesenciados en la violencia filio-parental.

Javier Ortega Allué
Director de Mosaico