ÍNDICE:
- El laberinto de las intervenciones sistémicas en problemas de familia y parejas
- El laberinto de las familias que hacen enfermar (FQHE): ¿enfermos o familias que hacen enfermar?
- Cómo organizar el laberinto del registro de datos de una sesión con la familia o la pareja (Modelo JARG-Stirpe)
- Síntesis del proceso y el laberinto de la terapia al azar de 3 familias y 3 parejas seguida en “Stirpe”y supervisadas por J. A. R. Hugo Lara Roca y Rosalía López Boal
- Historia del laberinto de la Terapia y la Orientación Familiar en España
- Cómo dar forma al laberinto de cuanto vemos en la terapia familiar: Modelos de Resúmenes de sesiones de terapia de familias y parejas
- El laberinto de mi experiencia con niños en Terapia Familiar. Mis experiencias con niños: lo que he aprendido trabajando con ellos
- El laberinto de la pareja cuando se rompe el amor
- La primera sesión de terapia de pareja como laberinto inicial
- Un maravilloso laberinto: familia, pareja y creencias religiosas
- Un buen laberinto para el terapeuta: El FOT o la urdimbre de la familia de origen del terapeuta
- Texto para la reflexión en medio de los laberintos
- Lo que resuena en el laberinto interior de mi vida de terapeuta familiar
- Epílogo. Alfonso Fabregat Rosas
Autor: José Antonio Ríos González
Editorial:
ACCI (Asociación Cultural y Científica Iberoamericana)
Otros datos:
1ª edición: 04/07/2016
236 páginas
ISBN: 8416549486 ISBN-13: 9788416549481
HABLEMOS DE LOS LABERINTOS EN EL TRABAJO PSICOLÓGICO
Cuando empezamos a trabajar con familias y parejas no sabemos lo que nos vamos a encontrar. Sólo sabemos una cosa: que aceptamos atenderles para ayudarles a resolver sus dificultades. A lo sumo, y esto depende de la metodología que haya adoptado cada terapeuta, sabemos unas cuantas cosas muy desdibujadas y bastante desordenadas de lo que les preocupa y desean aclarar para estar mejor. Bueno: al menos eso es lo que dicen aunque la mayoría de las veces al pretender ordenar cuanto nos dicen se muestre casi todo lo que nos han dicho aparece como un caos.
¿Por dónde empezar? ¿A qué dar prioridad? ¿Todo es igual de importante?… Que “todo es importante” es una de las primera afirmaciones que hace quienes nos exponen sus dificultades. Y lo que provoca esta manifestación es una mezcla confusa entre lo que puede ser importante y lo que puede ser urgente. Porque no es lo mismo. Personalmente creo que casi todo lo que nos plantean los pacientes es importante y entre tales cosas algunas son urgentes o muy urgentes para ellos. De ahí que la primera tarea que debemos abordar es distinguir es cómo ordenarlas por orden de preferencias en lo que se refiere a la atención que le vamos a prestar como terapeutas. Evidencia de ello es que cuando nos llaman pidiendo consulta y preguntamos qué desean plantear, el conjunto de cosas a aclarar se amontonan encima de la mesa, se agolpan para salir por el teléfono o se pisotean unas a otras buscando la preferencia en el caso que nosotros le prestemos. Todo quiere salir a la vez. Parece lo que sucede cuando el contenido de la bolsa de la compra lo vertemos encima de la mesa de la cocina o lo dejamos ante la vista para empezar a ordenarlo para colocarlo mejor en la nevera, los armarios o los apartados de cualquiera de los muebles que llenan nuestra cocina.
Hay que ir poco a poco sin dejar que el conjunto de cosas que hemos comprado nos invadan como un “totum revolutum” que nos domine.
Así es nuestro interior emocional. Ahí está todo. Pero muy pocas cosas están ordenadas. Tal vez sea ese el primer laberinto que hay que desafiar. Y del éxito que tengamos en el intento de descifrarlo, dependerá la eficacia de cuanto sigamos haciendo.
Conforme ha pasado el tiempo los laberintos han ido tomando formas propias a partir de lo que son por definición hasta lo que llegan a constituir por uso y presencia en la vida emocional de cada uno de nosotros.
En la bibliografía tradicional suele describirse como laberinto un lugar artificiosamente formado de calles, encrucijadas y plazuelas, para que, confundiéndose el que está dentro, no pueda acertar con la salida. Suele ampliarse esta descripción añadiendo que se trata de una legendaria construcción de planta ingeniosa y complicada, cosa confusa y enredada. La primera representación del tipo cuadrado o rectangular de laberinto que es el más antiguo está en una tablilla de Pilo y en algunas monedas de Cnosos de finales del siglo III donde aparece la figura del minotauro rodeada por un marco cuadrado formado por un marco cuadrado formado por un meandro continuo en el que se quiere ver una posible relación del meandro con el laberinto. E n Pompeya se encontró un grafitto con la figura del laberinto y a su lado la inscripción “Labyrinthus-hic habitat Minotauros”
Así aparece el intrincado laberinto de encrucijadas que ligan las vivencias, experiencias, recuerdos, emociones y sentimientos que se nos abren ante los ojos cuando metemos la mano en el mundo interno de las parejas y las familias. Todo lo vemos formando un conjunto que también se ha ido construyendo artificiosamente hasta hacer muy difícil seguir el recorrido que nos lleve desde el inicio hasta encontrar la salida. En su interior, efectivamente construido por Dédalo, está el Minotauro que es un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre, personificación del rey sagrado cretense engendrado por Pasifae con el toro de Poseidón.
Así es nuestra vida psíquica, esa que pretendemos descifrar mediante la terapia. Así es la vida de la familia al ir construyéndose con el devenir de los acontecimientos y así mismo somos testigos de cuanto deseamos conocer de los mil pasos que da la pareja para hacerle recorrido a través de sus ciclos vitales tal y como queremos contemplarlos a lo largo de las páginas que van a seguir.
No es tarea fácil ni es trabajo sereno. En nuestras parejas y nuestras familias también existe un minotauro. Y a lo que es el recorrido “normal” de la pareja o la familia se añade algo parecido a lo que le ocurría al Minotauro: a éste había que sacrificarle periódicamente siete jóvenes y siete doncellas atenienses hasta que lo mató Teseo con ayuda de Ariadna.
Teseo es aquí el terapeuta y Aradna, tal vez, sea cualquiera de nuestros coterapeutas. Ambos se comprometen a vencer al minotauro que se oculta en el sistema familia que es un verdadero laberinto familiar.
Vamos a cumplir con nuestro compromiso a través de los capítulos de este volumen.
No recuerdo con exactitud qué día fue todo ello aunque suelo recordar con bastante claridad y detalles algunas fechas que han supuesto un momento de interés para nuestro ya largo recorrido de 50 años desde la fundación de STIRPE.
Ayer tarde, una vez más, cuando entré en la sala de terapia lo primero que ví fue el tablero de ajedrez encima de la mesa que tengo en el centro del salón. Como siempre, todo muy ordenado de manera que resultaba atractivo ver las piezas de los supuestos contendientes perfectamente colocadas en sus respectivas casillas. Ninguna estaba fuera de su sitio. Cada una parecía que la había colocado una mano interesada en que cada cosa estuviera en el lugar adecuado. Eso era una condición necesaria para empezar bien la partida porque si no fuese así lo que ha de funcionar conforme a unas reglas que hay que respetar cuidadosamente, el juego puede resultar un caos.
Una vez más recordé mis años de jugador de ajedrez. Aunque nunca fui un virtuoso del mismo, llegué a ganar algún campeonato en la asociación juvenil en que estuve integrado durante mi adolescencia. Y lo que me trajo a la memoria cuando vi éste panorama es el interés que iba tomando la distribución de las piezas conforme avanzaba cualquiera de las muchas partidas que jugué en mi adolescencia. El movimiento de las piezas iba llenado las casillas que estaban sin ocupar al inicio… y así hasta el final, hasta el ansiado jaque mate más o menos brillante.
Todo esto es muy diferente a lo que sucede cuando atendemos a una familia o a una pareja que viene a terapia. Al principio nos relatan lo que les preocupa o les hace sufrir. En el tablero mental que nos van describiendo sobre cada pieza, que equivale a cada miembro del sistema familiar que nos están dibujando verbalmente, están en un lugar concreto según las reglas que configuran el proceso de la terapia que es como el juego que llevan a cabo los dos ajedrecistas.
La familia o la pareja no sabe que “está jugando” a algo muy importante desde que se constituyeron como tal. A lo mejor ni saben jugar al ajedrez, pero cuando les enseño el tablero que tengo en mi consulta y les doy unas cuantas pistas saben cómo están colocadas las piezas, cómo se mueven, cómo pueden “comerse” a otra figura, cómo amenazar a un caballo, un alfil, una torre o al rey y la reina… Cuando hay niños en la sesión de terapia les invito a mover las piezas del modo que permiten las reglas de la partida… o, para que no se aburran, doy un manotazo al tablero y las piezas se descolocan. Desde ese momento las piezas dejan de estar donde estaban al principio de la partida; cada una está en un sitio que no es el que deben tener… El panorama es como una ciudad después de un bombardeo… todo está desordenado y parece que nada tiene sentido.
Y desde ahí empiezo a explicar a quienes vienen a terapia que lo mismo sucede en la familia cuando cada miembro “está fuera de su sitio”. Hay padres que no están donde debieran (padres periféricos); hay hijos que ocupan el lugar de los padres (hijos genitoriales), hay madres que ocupan demasiado espacio en la vida emocional de los hijos (madres invasoras) y hay hermanos que no saben jugar el papel fraterno sino que desarrollan funciones parentales porque se consideran “mayores” que los hermanos de menor edad … Un caos.
Esto es lo que vengo haciendo hace 50 años de manera ininterrumpida todas las tardes y algunas mañanas. Y entre el inicio y el final de la partida, están los laberintos que vamos a analizar en las páginas que siguen… Vamos a verlo paso a paso. Con calma, moviendo cada pieza, enseñando a cada miembro cómo estar en su lugar adecuado…, Ayudándoles en el proceso de renovación y reestructuración de su propios funcionamientos.
Así, y sólo así, la terapia será eficaz y la familia empezará a vivir con eficacia
J.A.R.G.
Madrid, 15 de enero de 2015